martes, 10 de diciembre de 2013

30 Años de democracia en Argentina:10 de diciembre Día de la Restauración de la Democracia y de los Derechos Humanos

El "Día de la Restauración de la Democracia", conmemorado el 10 de diciembre por Ley N° 26.323, es celebrado en todo el ámbito nacional con el fin de promover los valores democráticos, resaltando su significado histórico, político y social; en coincidencia con la fecha de asunción de Raúl Alfonsín a la presidencia de la Nación; cuando se restituyó en la Argentina el régimen democrático y el Estado de Derecho, el 10 de diciembre de 1983, cuyo principal desafío fue consolidar la democracia en un contexto en el que la corporación militar aún conservaba gran poder.

El 30 de octubre de 1983 Raúl Alfonsín resultaba electo presidente. Estas elecciones marcaban el retorno a la democracia, luego de 7 años de dictadura cívico-militar, cerrando así una de las etapas más oscuras y sangrientas de la historia argentina. Asumió el 10 de diciembre de 1983.

Raúl Ricardo Alfonsín nació el 12 de marzo de 1927 en la localidad bonaerense de Chascomús, como el mayor de los seis hijos. En 1949 se casó con María Lorenza Barreneche, con quien luego tendría seis hijos. Al año siguiente, en 1950, se recibió de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata. Fue el mismo año en el que comenzó a militar en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la Unión Cívica Radical.

En 1954, fue electo concejal por Chascomús, pero al año siguiente lo metió preso la Revolución Libertadora. Durante los mandatos de los presidentes radicales Arturo Frondizi y Arturo Umberto Illia pasó primero de diputado provincial, a diputado nacional, a Vicepresidente de bloque y terminó presidiendo el Comité bonaerense de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Por reabrir el comité provincial en 1966, en plena dictadura de Juan Carlos Onganía, estuvo preso un breve tiempo.

Comenzó a destacarse en política a principios de los '70, cuando creó el Movimiento de Renovación y Cambio. Se trataba una línea del radicalismo apoyada por la militancia universitaria, con una propuesta socialdemocráta, nacional y popular, pero alejada del peronismo y de la violencia política. Allí conoció a muchos radicales que luego serían célebres, como Federico Storani, Leopoldo Moreau, Changui Caceres, que luego formarían la JCN.

Alfonsín perdió la interna con Ricardo Balbín, aunque consiguió la banca de diputado una vez más en 1973. Con el aumento de la violencia del gobierno de Perón e Isabel, fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Desde allí, en su rol de abogado, defendió a opositores políticos perseguidos y presentó habeas corpus por los desaparecidos, lo que implicaba poner en riesgo su propia vida.

También fue el único que se opuso a la Guerra de Malvinas que marcó el principio del fin de la última dictadura militar, lo cual comenzó a cimentar su popularidad: Alfonsín arrasó primero en la interna contra Fernando De la Rua, y el 30 de octubre de 1983 se impuso al candidato peronista Ítalo Luder con el 51,7% de los votos contra el 40% del PJ.

Ni bien comenzó su gobierno, como había prometido en campaña, anuló la autoamnistía dictada por los militares y avalada por el PJ, creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) a fin de investigar los crímenes cometidos por las tres juntas de la dictadura. En 1984 se publicó Nunca Más, el informe de dicha investigación, y a fines del año siguiente se condenó a cinco mandatarios militares a penas que iban de cuatro años a la reclusión perpetua.

CONCORDIA 7 / 2013
ESCRIBE FEDERICO G. POLAK, AMIGO Y EX VOCERO DE RAÚL ALFONSÍN, AUNQUE NO LO VOTÓ!!!

Hoy sabemos que en 1983, por una vez al menos, a la Argentina la acompañó la suerte. Tuvo al presidente adecuado en su alborada democrática, recuperó la república y formuló el reproche a los responsables del terror de estado. No había otro. Era él. Lo sabemos ahora. Los que lo votaron Y LOS QUE NO LO VOTAMOS.

No sabemos, en cambio,  cuántas de sus acciones recogerá la historia, si el juicio a las juntas, la integración regional, el haber terminado el mito del peronismo invencible o haberle dado la carta de ciudadanía con el Pacto de Olivos. Pero sí sabemos que es para todos nosotros el padre de la democracia (pese a que, como él decía, aún no haya llegado la igualdad que acompañe a la libertad) cualquiera sea nuestro signo político. Estamos en paz con él. Y en deuda. Hemos dejado de ser aquello que alguna vez provocó en Juan Carlos Portantiero un lamento antológico referido al menoscabo y la falta de valoración de su figura, escrito en el prólogo de “Memoria Política”. Es un capítulo cerrado. Alfonsín ocupa su lugar en la historia como el símbolo de la democracia. La realidad en que se convirtiera aquella esperanza que simbolizaba su rostro en la tapa de Newsweek (“100 days of hope” era el título de un ejemplar de 1984).

Pero hay un Alfonsín que estuvo con nosotros en su vida diaria, cubierta por una privacidad de celosía. Cómo se debe. Dentro de la integridad de su familia y su círculo de amigos, que son muchos. El Alfonsín que a la par de transitar su propia circunstancia, no sólo se puso en lugar del otro para comprenderlo (otra lección política), sino que se preocupó por las circunstancias de los demás que corrían paralelas con la propia. El que conoció cada paso que damos, y también cada tropiezo, y ocurría presuroso en nuestra ayuda. Ese Alfonsín cotidiano también merece un homenaje. El Alfonsín recatado que caminó por las calles o se sentó a la mesa de un restaurante como cualquiera. Y recibió siempre reconocimientos, saludos, respeto, y no piedras.

TESTIMONIOS

"En aquel entonces trabajaba como periodista y lo recibí con inmensa alegría porque significaba el fin de la era más oscura", señala Andrés Cascioli, creador del mítico Humor, la sátira que dibujó la realidad con crudeza e ironía y sufrió la censura.

dos viejos miembros de la Unión Cívica Radical rememoran aquellas jornadas con sus experiencias personales en el lugar de los hechos. "Recuerdo que sentí una emoción muy grande cuando volvía con mis chicos y veía la gente saliendo a la calle aplaudiendo, vitoreando, más allá del resultado que sin dudas me alegró porque me alegraba la posibilidad de que se fuera la dictadura y que el pueblo pudiera elegir en democracia", cuenta Ricardo Gil Lavedra, abogado, años más tarde integrante del tribunal que juzgó a las Juntas Militares.

Leopoldo Moreau explica sus sensaciones de aquel día con un nivel de precisión ciertamente notable. "Desde las ocho de la mañana estuve en San Isidro que es el distrito donde yo actúo desde el punto de vista político. Estuve recorriendo locales partidarios, viendo cómo se desarrollaban las tareas de fiscalización y movilización del partido", relata. "A las 19:30 la gente bloqueaba todos los ingresos al Congreso y tuvimos que pedir que abrieran paso a los camiones del Correo que no podían pasar por la multitud. A las 20 llamamos a Alfonsín para que fuera al comité porque ya teníamos la tendencia de la elección".

Estaba estudiando periodismo en la escuelita de La Plata. Me acuerdo que estábamos en plena formación de La Walsh, nuestra agrupación de militantes en la carrera que cursábamos. Ese día lo viví con mucha alegría básicamente porque implicaba la salida de la dictadura", rememora Gabriela Cerrutti, autora del libro El Jefe sobre Carlos Menem y actual legisladora porteña por el Frente para la Victoria.

Juan Carr, titular de La Red Solidaria, admite que el 30 de octubre acompañó a muchísima a gente a emitir su voto. "Creo que estaba despierto desde las cinco de la mañana a pura ansiedad. Durante el día hice eso y cuando cerraron los comicios tenía un grupo de amigos que me pasaban los datos y después trasnoché hasta conocer los resultados", reconoce.

Eduardo De la Serna, cura tercermundista de fuerte activismo durante la dictadura y actual párroco en Quilmes sostiene, "Aquel 30 de octubre estaba en la parroquia como todos los días. Se terminaban de una vez y para siempre los años del terror en Argentina".

Funte: Concordiadirecto.com

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